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Los errores que podrían llevarnos a una situación o suceso que produce gran dolor y sufrimiento.

¿De qué forma nos benefician los ejemplos de la Biblia?

Los servidores de Dios sabemos que la Biblia encierra relatos muy beneficiosos. 

Pone ante nosotros el ejemplo de hombres y mujeres fieles dignos de imitar por su vida y sus cualidades (Heb. 11:32-34).

Pero también contiene historias que nos sirven de advertencia, pues nos hablan de personas cuya conducta y actitud hacemos bien en no copiar. 

En realidad, algunos personajes mencionados en las Escrituras son las dos cosas que no debemos de imitar: algunas veces estos modelos de conducta son ejemplos de lo que debemos evitar.

Pensemos en David, el humilde pastor que se convirtió en poderoso rey. 

Por un lado fue un dechado de amor a la verdad y confianza en Jehová; 

por otro, cayó en graves pecados, entre ellos los cometidos en el caso de Bat-Seba y Urías, y su desacertada decisión de ordenar un censo. 

No obstante, hoy no vamos a centrarnos en él, sino en su hijo Salomón, quien también fue rey y escritor de la Biblia. Veamos primero en qué dos aspectos fue un hombre ejemplar.

“Jehová [...] nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas.” (ISA. 2:3).

“La sabiduría de Salomón”  ¿Por qué podemos decir que Salomón es un buen ejemplo?

Jesús, quien fue prefigurado por Salomón, habló favorablemente de este rey, presentándolo como un buen ejemplo. 

Lo hizo al decir a unos judíos incrédulos: “

La reina del Sur será levantada en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino desde los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, pero, ¡miren!, algo más que Salomón está aquí” (Mat. 12:42). 

En efecto, aquel monarca se hizo célebre por su sabiduría y animó a todos a buscarla con empeño.

¿De qué manera obtuvo Salomón la sabiduría, y de qué forma la obtenemos nosotros?

Al comienzo del reinado de Salomón, Jehová se le apareció en un sueño y lo invitó a pedirle lo que quisiera. Consciente de su poca experiencia, el monarca pidió sabiduría(léase 1 Reyes 3:5-9). 

Dios quedó muy complacido de que, en vez de preocuparse por la fortuna y la gloria, le hubiera hecho esa solicitud, de modo que le concedió “un corazón sabio y entendido”, aparte de grandes riquezas (1 Rey. 3:10-14). 

Como señaló Jesús, su fama llegó hasta la reina de Seba, quien hizo un largo viaje para ver si de verdad era tan sabio (1 Rey. 10:1, 4-9).

Hoy no esperamos recibir milagrosamente la sabiduría. Es cierto que 

Salomón dijo que es Jehová quien la da, pero también indicó lo que debe hacer cada uno a fin de adquirirla: “Con tu oído [presta] atención a la sabiduría, para que inclines tu corazón al discernimiento”. 

Además, mostró que esta cualidad divina solo se consigue con esfuerzo, pues usó expresiones como “si clamas”, “si sigues buscando” y “si sigues en busca” (Pro. 2:1-6). 

Como vemos, es algo que debemos y podemos obtener.

¿De qué formas mostramos que estamos imitando el ejemplo de aprecio por la sabiduría que dejó Salomón?

Convendría preguntarse: 

“¿Tomo en serio el ejemplo de Salomón y aprecio la sabiduría divina tanto como él?”. 

Hoy, la inestabilidad económica lleva a muchos a concentrarse en el trabajo y el dinero, e influye en sus decisiones sobre qué tipo de estudios cursar y por cuánto tiempo. 

¿Qué hay de nosotros y nuestras familias? 

¿Indican nuestras decisiones que valoramos la sabiduría divina y vamos en busca de ella? 

¿Podríamos adquirirla a mayor grado modificando nuestras perspectivas y metas? 

Los beneficios de obtenerla y aplicarla en la vida son duraderos. 

A quien actúe así, Salomón le da esta garantía: 

“En tal caso entenderás justicia y juicio y rectitud, el derrotero entero de lo que es bueno” (Pro. 2:9). Trajo la paz al poner en alto la adoración verdadera

¿Cómo llegó a contar Dios con un gran templo?

En la primera parte de su reinado, Salomón tomó medidas para reemplazar el tabernáculo —que venía usándose desde tiempos de Moisés⁠— por un magnífico santuario (1 Rey. 6:1). 

Lo llamamos el templo de Salomón, pero no porque fuera idea suya ni un medio con el que pretendiera hacerse famoso como arquitecto o generoso benefactor. 

En realidad, quien propuso su edificación y aportó buena parte de los fondos fue David, y quien proporcionó los detalles sobre su diseño y mobiliario fue Dios (2 Sam. 7:2, 12, 13; 1 Cró. 22:14-16). Aun así,  Salomón fue el responsable de ejecutar las obras, que duraron siete años y medio (1 Rey. 6:37, 38; 7:51).

a) ¿Qué ejemplo de perseverancia nos dio Salomón?

b) ¿Qué efecto tuvo el que Salomón exaltara la adoración verdadera?

De este modo, Salomón nos dejó un ejemplo al dar prioridad a lo más importante y perseverar en las buenas obras. 

Cuando se terminó el templo y se introdujo el arca del pacto, ofreció una oración pública en la que dijo a Jehová: 

“Que tus ojos resulten estar abiertos hacia esta casa noche y día, hacia el lugar del cual dijiste: ‘Mi nombre resultará estar allí’, para escuchar la oración con que tu siervo ore hacia este lugar” (1 Rey. 8:6, 29). 

Israelitas y extranjeros podrían dirigir sus plegarias hacia este santuario edificado en honor del nombre de Dios (1 Rey. 8:30, 41-43, 60).

¿Qué efecto tuvo el que Salomón exaltara así la adoración verdadera? 

Tras la inauguración del templo, todos estaban “regocijándose y sintiéndose alegres de corazón por todo el bien que Jehová había ejecutado para David su siervo y para Israel” (1 Rey. 8:65, 66). 

Sus cuarenta años de reinado se distinguieron por una gran paz y prosperidad(léase 1 Reyes 4:20, 21, 25). 

Esta situación se refleja en el Salmo 72, que nos permite hacernos una pequeña idea de las bendiciones que disfrutaremos bajo el gobierno de Cristo, el rey representado por Salomón (Sal. 72:6-8, 16).

Las advertencias que encierran los errores de Salomón ¿Qué error de Salomón nos viene enseguida a la mente?

Entonces, 

¿por qué decimos que la vida de Salomón también constituye una advertencia? 

Es probable que el primer error que nos venga a la mente sea que tuvo concubinas y esposas extranjeras. Dice la Biblia: 

“Al tiempo en que envejeció Salomón aconteció que sus esposas mismas habían inclinado el corazón de él a seguir a otros dioses; y su corazón no resultó completo para con Jehová” (1 Rey. 11:1-6). 

Sin duda, no queremos actuar de forma tan insensata. 

Pero ¿fue ese el único error de este rey? 

No. Hay otros detalles que fácilmente pueden pasarse por alto y que nos muestran conductas que debemos evitar.

¿Cuáles fueron las consecuencias del primer matrimonio de Salomón?

El gobierno de Salomón duró cuarenta años (2 Cró. 9:30). 

Teniendo esto presente, ¿qué aprendemos de 1 Reyes 14:21? (Léase.) 

Según este versículo, cuando él murió lo sucedió su hijo Rehoboam, de 41 años, cuya madre era “Naamá la ammonita”. 

Se ve que, ya antes de subir al trono, 

Salomón había contraído matrimonio con una extranjera de una nación idólatra y enemiga de su pueblo (Jue. 10:6; 2 Sam. 10:6). 

No sabemos si esta mujer adoró ídolos. De ser así, pudo haber dejado la religión falsa y luego abrazar la verdadera, como hicieron Rahab y Rut (Rut 1:16; 4:13-17; Mat. 1:5, 6). 

Sea como fuere, es probable que Salomón tuviera que relacionarse con los padres de ella y con otros parientes que no servían a Jehová.

¿Qué mala decisión tomó Salomón al principio de su reinado, y cómo pudo haber tratado de justificarla?
La situación tomó un rumbo decididamente malo tras la coronación. 

“Salomón procedió a formar una alianza matrimonial con Faraón el rey de Egipto y a tomar la hija de Faraón y traerla a la Ciudad de David.” (1 Rey. 3:1.) ¿Abrazó ella en algún momento la religión verdadera, como Rut? 

La Biblia no indica que obrara así. 

Lo que sí indica es que cuando Salomón le edificó una casa (quizás también para sus doncellas egipcias), la hizo fuera de la Ciudad de David. 

¿Por qué? 

Las Escrituras señalan que tomó esta medida porque era inapropiado que los paganos vivieran junto al arca del pacto (2 Cró. 8:11).

Salomón tal vez contrajo matrimonio con la princesa egipcia pensando en las posibles ventajas políticas. 

Pero ¿se justificaba su decisión? 

No. Siglos antes, Dios había prohibido a sus siervos casarse con las mujeres de Canaán, enumerando específicamente varios pueblos de aquella tierra pagana (Éxo. 34:11-16). 

¿Razonó Salomón que, como Egipto no aparecía en la lista, su conducta no era censurable? 

Si lo hizo, no tenía excusa. Estaba pasando por alto un peligro que Jehová había mencionado expresamente: ser desviado a la religión falsa (léase Deuteronomio 7:1-4).

¿Cómo mostramos que hemos aprendido de los errores de Salomón?

¿Demostraremos con nuestra conducta que hemos aprendido de los errores de Salomón? 

Una hermana tal vez trate de encontrar alguna justificación para tener relaciones románticas con un no creyente, dejando a un lado las claras instrucciones divinas de “casarse [...] solo en el Señor” (1 Cor. 7:39). 

Con pretextos similares, algunos quizás participen en su centro de estudios en asociaciones y equipos deportivos fuera de horas de clase, declaren menos ingresos de los reales o mientan cuando deberían revelar acciones por las que se exponen a sufrir vergüenza. 

El punto es que todos podríamos caer en el error de buscar pretextos para no cumplir con los mandatos de Dios, tal como seguramente hizo Salomón.

¿Cómo demostró misericordia Jehová a Salomón, pero qué no deberíamos olvidar nunca?

Cabe destacar que la Biblia menciona en primer lugar que Salomón se casó con esa princesa extranjera y luego relata que recibió la sabiduría que había solicitado, así como abundantes riquezas (1 Rey. 3:10-13).

Aunque había desoído las instrucciones de Dios, no leemos que él lo rechazara enseguida como rey ni que lo disciplinara con severidad. 

Y es que Jehová comprende que los humanos estamos formados del polvo y somos imperfectos (Sal. 103:10, 13, 14). 

Pero no olvidemos nunca que nuestros actos tienen consecuencias, sea que vengan inmediatamente o con el transcurso del tiempo.

¡Tantas esposas! ¿Qué mandato desoyó Salomón al tomar muchas esposas?

En el Cantar de los Cantares, el rey exclamó con admiración que cierta joven virgen era más bella que 60 reinas y 80 concubinas (Cant. de Cant. 6:1, 8-10). 

¿Aludía aquí Salomón a su situación en aquel punto de su reinado? 

Si es así, ya contaba con muchas mujeres. No sabemos si entonces la mayoría de ellas, o incluso todas, adoraban al Dios verdadero. 

En cualquier caso, Salomón había desobedecido la orden divina, transmitida mediante Moisés y referida al rey de Israel: “[No] debe él multiplicarse esposas, para que no se desvíe su corazón” (Deu. 17:17). 

Pero nuevamente vemos que Jehová no se apartó de él. Es más, siguió bendiciéndolo al usarlo para componer el Cantar de los Cantares.

¿Qué hecho no deberíamos ignorar?

¿Quiere decir lo anterior que Salomón podía hacer caso omiso de las leyes divinas y librarse del castigo o que podamos hacerlo nosotros? 

No. Lo que muestra es que la paciencia de Jehová se extiende a veces durante tiempo. 

Sin embargo, el que un siervo de Dios desobedezca sus mandatos y no sufra las consecuencias de inmediato no significa que no las vaya a sufrir más tarde. 

Recordemos que el propio Salomón escribió: 

“Por cuanto la sentencia contra una obra mala no se ha ejecutado velozmente, por eso el corazón de los hijos de los hombres ha quedado plenamente resuelto en ellos a hacer lo malo”. 

Y luego añadió: “Sin embargo también me doy cuenta de que les resultará bien a los que temen al Dios verdadero, porque le han tenido temor” (Ecl. 8:11, 12).

¿Cómo ilustra el caso de Salomón la verdad de Gálatas 6:7?

18 ¡Qué lástima que Salomón se olvidara de esa verdad divina! 

Es cierto que había hecho muchas cosas bien y que por años había gozado de la bendición de Dios. 

Pero con el tiempo dio un paso en falso tras otro, cayendo en un mal patrón de comportamiento. 

Siglos después, el apóstol Pablo escribió por inspiración unas palabras muy ciertas: 

“No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. 

Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gál. 6:7). 

Salomón desobedeció a Jehová, pues “amó a muchas esposas extranjeras junto con la hija de Faraón, a moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias e hititas” (1 Rey. 11:1). 

Es probable que un buen número de ellas mantuvieran su devoción a los dioses falsos, y el monarca no fue inmune a su influencia. 

Con los años cosechó los tristes frutos de su conducta, pues terminó descarriándose y perdiendo el favor de nuestro paciente Dios (léase 1 Reyes 11:4-8).

Imitemos sus virtudes y evitemos sus errores ¿Qué buenos ejemplos contiene la Biblia?

En su bondad, Jehová hizo que Pablo redactara estas palabras: 

“Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Rom. 15:4). 

Entre las “cosas que fueron escritas” figuran muchos ejemplos positivos de hombres y mujeres de extraordinaria fe. 

Pablo señaló: 

“¿Y qué más diré? 

Porque me faltará tiempo si sigo contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como también de Samuel y de los demás profetas, que por fe derrotaron reinos en conflicto, efectuaron justicia, obtuvieron promesas [...] [y hallándose en] un estado débil fueron hechos poderosos” (Heb. 11:32-34). 

Ciertamente, podemos y debemos beneficiarnos de los buenos ejemplos de las Escrituras. Lo haremos si aprendemos las lecciones que nos brindan estos personajes bíblicos y tratamos de ponerlas en práctica.

¿Por qué estamos decididos a beneficiarnos de las advertencias que contienen algunos ejemplos bíblicos?

Sin embargo, la Biblia contiene también ejemplos que nos sirven de advertencia. Hallamos algunos en las vidas de hombres y mujeres a los que Dios aceptó y utilizó como siervos suyos en un determinado momento. 

Al leer las Escrituras, podemos notar cuándo y cómo se descarriaron y llegaron a ejemplificar errores que debemos evitar. 

A veces observaremos que fueron desarrollando malas actitudes y tendencias, lo que al final los llevó a sufrir consecuencias lamentables. 

¿Cómo extraemos lecciones de estos relatos? 

Preguntándonos: “¿Qué llevó a esa situación? ¿Podría pasarme a mí algo parecido? ¿Qué puedo hacer para aprender de este error y evitar cometerlo?”.

Hacemos bien en tomar en serio estos relatos, pues Pablo señaló por inspiración: “Estas cosas siguieron aconteciéndoles como ejemplos, y fueron escritas para amonestación de nosotros a quienes los fines de los sistemas de cosas han llegado” (1 Cor. 10:11).

¿Qué hemos aprendido?

Cómo nos benefician los ejemplos bíblicos de virtudes y errores, no a adoptar un mal patrón de conducta, qué aprendamos de los errores, que nos guiemos por la sabiduría divina, tomando en cuenta las advertencias que encierra este ejemplo narrativo a través de la Divina Palabra de Dios.


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